¡Descubre cómo fue la aventura de Salvador en África!
Nuestro amigo Salvador Gómez nos cuenta sus 9622 Km de aventura, vivencias e historias desde el minuto uno de la salida en Suzuki Motos Marín en Elche.
Inicié la aventura navegando el Mar de Alborán por la noche y amaneciendo ya en continente africano. Dejé atrás Marruecos tras unos días de intensas lluvias que podéis leer aquí ,lo cual me obligó a cruzar 17 ríos con agua, con más o menos caudal pero creando siempre la incertidumbre de no saber cómo terminará el cruce de los mismos, ya que no sabes si hay piedras, socavones o trampas ocultas bajo el agua o el barro.
Arribando a la costa atlántica marroquí se llena el olfato de olor a mar, notándose también unos cambios buscos de temperatura en pocos kilómetros. Visité los antiguos enclaves españoles como Sidi Ifni con los restos del antiguo funicular. Degusté un exquisito pescado y marisco fresco en todas las poblaciones de dicha costa. A la salida de Tarfaya y tras varios días de viaje ya, no pude pasar sin ver el barco encallado en la orilla oxidándose lentamente, parándome un rato a divagar sobre la naturaleza, la cual “siempre gana”.
Desierto, aire y arena, los kilómetros corren que da gusto, la temperatura empieza a subir, circulando casi ha costado unos 600 kilómetros por culpa del fuerte viento, llegando a Daklha, la antigua Villa Cisneros. La gastronomía en la zona es peculiar, pasé del pescado fresco a unos exquisitos pinchitos de camello, una explosión de sabor en la boca, sabor que no puedo asemejar a otras carnes.
De península a península, de país a país, de Daklha a Nuadibú, de Marruecos a Mauritania, y en medio: “NO MAN´S LAND” tierra de nadie, mitificada zona que nos crea pánico en el subconsciente, sin asfalto ni camino fijo que seguir, diferentes rutas entre coches destrozados, chatarras varias y puestos militares de tres partes diferentes, piedra y arena que supero sin más con mi V-Strom a pesar de los saltos, socavones y atranque en la arena.
50 Grados Centígrados en el desierto de Mauritania, todo se estropea, teléfono, cámaras, etc, todo menos la moto, soportando estoicamente y sin rechistar la temperatura elevada, el peso excesivo y el combustible de pésima calidad que olía a “estiércol”, esta V-Strom ¡..Se lo traga todo sin problema..!.
Llegando a Nuakchot pasas de la soledad del desierto al tráfico alocado, furgonetas chorreando sangre y vehículos que se caen a trozos, pero todo funciona, el engranaje sigue girando. Saliendo de la capital y tras algunos kilómetros el paisaje empieza a cambiar, la humedad se hace presente y la carretera se transforma en un juego de “no rompas la llanta” en los miles de socavones que contiene la pésima carretera. Se acaba el asfalto y empieza la pista y el verde, varanos, facóqueros, aves y unos pocos pescadores me acompañan en la ruta hacia la frontera de Diama, papeles y burocracia, pero al final de todo ello la llegada a Senegal, mítica tierra que me llamaba a gritos desde hacia muchos años.
A pocos kilómetros de la frontera y con un aire renovado llego a Saint Louis, cruzando su histórico puente de hierro con sus mitos de quien lo construyó y el por que llego allí.
Decido pasear por la playa donde descargan el pescado de sus barcos pintados de vivos colores, dirigiéndome posteriormente a la ciudad, circulando entre sus preciosos edificios coloniales los cuales todavía guardan el encanto de la época colonial francesa.
La ruta me llevaba al sitio más mítico para los “moteros” de aventura, el lago rosa, lugar donde históricamente terminaba el famoso rally Paris Dakar, llegando casi al atardecer haciéndolo más idílico si cabe al tener esos colores rojizos que los atardeceres nos otorgan, circulando entre montones de sal disfrutando del mero paseo en moto.
Los siguientes días decido buscar mi unión con El Principito, mezcla ésta muy extraña V-Strom y Principito, pero si hay algo que defina a Senegal son sus baobabs encontrándose incluso en su escudo, logrando unir dos mundos muy dispares entre si con una foto en el baobab y mi V-Strom. Mágicos y enormes arboles, foto soñada por mi durante mucho tiempo, momentos de relax a la sombra de un enorme baobab la cual repito en varias ocasiones pero diferentes sitios, aunque lo que no cambia es el aura de misticismo y tranquilidad que me otorga estar cerca de tan impresionantes arboles.
Tras varios días deambulando por el país viviendo aventuras y desventuras, es hora del regreso, haciéndolo por diferente sitio donde existiera, surgiéndome más anécdotas, conociendo más personas y personajes, con la satisfacción del viaje disfrutado y vivido, ya que se trata de eso, de disfrutar viajando en moto, en mi Suzuki V-Strom.
¡Nunca dejes de viajar!
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