Le Col de la Sielle

Tras la pandemia, creo que todos nos hemos replanteado muchas cosas y una de las que yo puse sobre la mesa, fue cambiar mi forma de viajar. Es por ello que, a día de hoy, soy un reciente poseedor de una BMW F800 R, con la que este verano he disfrutado pilotando por parte de una de las mejores rutas del continente (o al menos eso dicen), la denominada “Transpirenaica”.

Cuentan las leyendas, que el Pirineo nació del amor de Hércules y de la bella Pyrene, dando así origen a la cordillera más bella e impresionante de la Península Ibérica, dicen que a imagen de la hermosura de aquella joven princesa… pues razón no les falta. Ya que esta cordillera montañosa que comparten España, Francia y Andorra no va a dejar indiferente a ninguno. Todo listo. Es la tarde del 11 de agosto, estoy sentado en una abarrotada terraza del pintoresco pueblo de Cadaqués, me he revisado la ruta en “Google Maps” unas veinticinco veces, apuro mi refresco (si bebes, no conduzcas) y me empiezo a pertrechar: chupa, guantes, casco… vamos el “outfit” ideal para una tarde con treinta y cinco grados.

Dejamos atrás las primeras curvas para dirigirnos al Port de la Selva, una primera toma de contacto de lo que será el viaje: calor, mucho calor. Desde ahí continuo mi marcha ya hacia la cordillera por dos o tres comarcales hasta el municipio de Capmany. Empieza la aventura. La GI-502 y su prolongación la GI-503, que en nuestro país vecino se convertirán en la D3 y la D115 respectivamente, conectan la provincia de Gerona con el departamento francés de “Pyrenees Orientales” atravesando pueblos tan bonitos como “Saint-Laurent-de-Cerdans”, “Le Tech” o “Prats-de-Mollo-la-Preste”.

Por estas 3 villas francesas, transcurren tramos sinuosos, sin tráfico, rodeados de pinos, y un aire fresco sanador. Empieza la ascensión. Son solo 1.200 metros de cota aproximadamente, parece asequible. Que no te engañe, el Coll es exigente, serpenteante, silencioso y en algún que otro tramo te encontrarás con el firme algo desmejorado. Pero tampoco te asustes, las luces del atardecer, la soledad de la carretera y el rugido de tu compañera te harán disfrutar (o al menos eso espero) como un enano. Ya de vuelta en la patria, decido descansar en el municipio de Ripoll, donde mi amiga y yo nos tomamos unas merecidas cañas. Invito yo, quince litros de sin plomo noventa y siete para la señorita y una cerveza muy fría para mí.