By Pedro del Río

Arranco una mañana soleada desde Villanueva de la Condesa, un pueblo aislado entre parajes solitarios y tranquilos. Madrugando lo justo y, tras un desayuno abundante, hay tiempo suficiente para dar una vuelta por esta comarca. A pocos pasos, hay un mirador para disfrutar de un horizonte lejano desde el que se puede visualizar los primeros kilómetros de ruta y también, por qué no, para despejar un poco la cabeza.   

Desde el Rincón de Doña Inés, un hotel humilde atendido por una familia cercana y hospitalaria, encendemos la moto y nos ponemos en marcha.  Soy un afortunado poseedor de una BMW K100 RS, a la que suelo llamar “la abuelita rockera” porque, a pesar de sus años, no hay manera de que se rinda. Yo no llego a los 30 y ésta pájara hace que, en algunas ocasiones, sea yo el que tenga que parar por una molestia en los hombros, muñeca o espalda. Incombustible, dura, irrompible. El ladrillo volador es el nombre que mejor la bautiza. Todo listo. Dejamos atrás las primeras carreteras lisas y despejadas para dirigirnos hacia León, nunca pisando autovía.  

Esto tiene que ser todo carretera, bien que me pese. Si hay hueco y ganas, merece la pena parar a tomar una cerve delante de la catedral. Aunque al llevar pocos kilómetros, solo los más osados se atreverán. Yo sigo.  Desde León, me dirijo hacia Otero de las Dueñas, pasando por Carbajal de la Legua. Este tramo, la CL – 623, es una estupenda anticipación de lo que viene después.  

Paisajes vírgenes, salvajes, violentamente naturales. La K, mientras, sigue pidiendo más kilómetros. Aún se está despertando. Desde Otero de las Dueñas, nos encontramos con una de las mejores etapas del viaje: El embalse Barrios de Luna. Carretera CL – 626. Los perros viejos, los moteros de toda la vida, estarán hartos de oír de este lugar. Pero tiene sentido. Una carretera sinuosa, sin tráfico, rodeada de árboles, montañas rocosas con ciertos tintes de verde y un aire fresco sanador. Merece la pena madrugar para esto. Un sueño, pero de los buenos.   

Y ¡ojo! Que una vez pasado este tramo, empalmamos con la sierra de Babia. Aquí me encuentro con carreteras, una vez más, muy solitarias y espectaculares. De esas que a veces me pregunto quién las trazó en su día. Se merece una medalla.  Montaña, montaña y más montaña. En lugar de dirigirnos hacia Piedrafita de Babia en línea recta, yo recomiendo alargar el camino subiendo hacia Torrestío. Es un pueblo orgullosamente aislado que merece la pena visitar. Y también darse un capricho gastronómico. 

Desde Piedrafita de Babia, continúo unos kilómetros por la CL – 626, pasando a la AS-15 hasta Ventanueva. Ya estoy en Asturias, patria querida. Aquí abro un pequeño paréntesis para soltar una historieta:  Tengo algo más de 10 años de carnet. Desde los 7 años he estado rodeado de motos de trial. Y de monte también, en consecuencia. Me gustan los entornos naturales, la montaña, la moto. Estos últimos 4 años, he recorrido con la abuelita unos 50.000km de paisajes ibéricos. A pesar de todo lo visto y vivido, cuando llegué a Ventanueva no tenía ni idea de lo que me iba a encontrar:  

El tramo AS-348.  Una carretera de unos 35 kilómetros que resume lo que, en mi opinión, es la pasión motera. Una carretera serpenteante, vacía, silenciosa, exigente, olvidada. Todo esto aderezado de un paisaje infinito y virgen. Es una auténtica locura. Curveando por aquí y, sin darme cuenta, he dejado atrás muchas cosas. Mi reloj se para (literalmente) y por unos minutos creo haber pausado todo. Creo estar al margen del tiempo. Supongo que fliparse, a veces, es sano. Pero también lo es viajar. Y más por estos lugares, no tan lejanos, pero afortunadamente marginados. Llego a San Antolín de Ibias, con el reloj parado. Supongo que habrá pasado una hora desde Ventanueva. O quizás ninguna.  

Desde aquí, haciendo la rigurosa parada para darle “bebercio” a la abuela, prosigo hacia Sena. Aquí es cuando mi vena trialera empieza a hacer olvidarme de la objetividad y el pragmatismo. Empiezan las carreteras no tan bien asfaltadas, y desde luego no tan agradables para adentrarse con una K100. Pero hemos venido a jugar.    

La sierra de Los Ancares es un lugar único. Con gente única. Lo conozco desde que era un enano y, por mucho que cambie todo, esto no cambia. Recorrer sus carreteras y pueblos es un oasis de vida y libertad. Eso, los aborígenes de la zona, lo saben. Pero no presumen. Y aquí estoy, recorriendo mis últimos kilómetros de libertad.  Siempre que vengo a los Ancares hago mi parada en uno de los mejores enclaves de esta sierra, Piornedo de Ancares. En este pequeño pueblo, donde se respira naturaleza y paz, se encuentra el Hotel Piornedo, atendido por una familia maravillosa. A la altura, si no más, del lugar. Descansar y comer aquí es un sueño. Una vez más, todo parece estar al margen de un tiempo. Un tiempo que ha dejado de existir.  Aquí termina mi ruta. Me bajo de la abuela, de mi k100, del ladrillo volador, que tras unos 500 kilómetros no ha tosido ni se ha quejado. Me quedo mirándola atontado pensando: ¿qué hemos vivido hoy?   Y… ¿qué nos queda por vivir?  

Rutómetro

Itinerario

Mayorga – Valencia de Don Juan – Villanueva de las Manzanas – Carbajal de la Legua – Otero de las Dueñas – Villafeliz de Babia – Torrestío – Piedrafita de Babia – San Antolin de Ibias – A Proba de Navia

  • Ruta total: 300Km 
  • Época recomendada: Todo el año.

Puntos de interés

  • Piedrafita de Babia: Parque Estelar, Peña Ubiña, Riolago de Babia, Las Fuentes del Sil
  • San Antolín de Ibias: Reserva de la Biosfera y parte del Parque Natural de las Fuentes del Narcea, Degaña e Ibias.
  • Sierra de Los Ancares
  • Piornedo de Ancares